
Cada vez más me observo hablando en un lenguaje poético, simbólico, metafórico, aludiendo a los procesos de nuestra propia naturaleza o de la naturaleza mayor, la de la Tierra, para comprender algunos fenómenos humanos.
Ha sido un proceso espontáneo que ha ido surgiendo en mí a lo largo de los años, sin estrategia previa, y que define mi forma de trabajar…
Hoy escribo esto porque me pregunto:
¿Si hablásemos más en el idioma llamado “Belleza” (el lenguaje poético del alma), nos “entenderíamos” mejor a nosotros mismos y a los demás?
Sin duda, creo que sí.
“Todo lo que está vivo tiene alma”. Así tan clarito se lo escuché decir por primera vez a Alicia Luengas en julio del 2015, en el primer Taller de “La Senda del Chamán” al que participé en Barcelona. Ella decía: «la luna tiene alma, las plantas tienen alma, los animales tienen alma, las piedras están vivas y tienen alma… por eso todo lo vivo nos habla».
Y yo me pregunto: ¿en qué idioma nos hablan? Y yo misma me respondo: pues en el lenguaje poético del alma… en un lenguaje llamado “Belleza”.
Y lo compruebo cada día… las plantas me hablan, el cielo me habla, los pájaros me hablan, los insectos me hablan, el sol me habla, el agua me habla, la arena me habla, las piedras me hablan… y yo los escucho cada vez más y, por supuesto, también les hablo.
Ayer domingo 10 de marzo de 2019, pasé el día conversando con la naturaleza, y me cayó la ficha!! Tuve un “momento Aha!” que se dice… un insight, una revelación o cualquier otra manera de nombrar a estos instantes donde algo se devela, aquellos momentos en los que nos sacamos o se suelta un velo que hasta el momento nos impedía ver algo.
Para eso el aire siempre ayuda mucho… jajaja… para soltar los velos. Él, el aire, no se está de tonterías! Lo que no se sostiene, lo que no está bien sujeto, lo que está seco o muerto, lo libera y lo hace volar!!! Eso pasa con los velos que ya no necesitamos llevar. Por eso debí elegir el Delta de l’Ebre para entrar en silencio verbal y mental y pasar el día conversando en el idioma “Belleza” con la naturaleza de esa zona de Catalunya que es famosa, entre muchas otras cosas, por el viento.
Hoy estoy tratando de traducir este lenguaje poético del alma al castellano, en escritura, para compartirlo, junto con algunos instantes que capturé con la cámara de lo que para mí fueron conversaciones poderosas, de mucha belleza.
Aunque igual esto que voy a decir no es nada nuevo para ti… y seguramente tampoco para mí… sentí profundamente que cuando percibimos que nuestra alma no está viva, es decir, cuando tenemos algún síntoma de desconexión con nuestra esencia o sensación de pérdida de la vitalidad inherente a nuestra existencia, necesitamos re-animarnos o, lo que es lo mismo, recuperar el alma perdida, olvidad o dormida.
Y para mí, una manera de recuperar mi alma perdida, mi esencia original, es a través de contemplar y relacionarme en intimidad con la Belleza de la naturaleza terrestre y celeste, que es donde encuentro una fuente inagotable de inspiración y pertenencia que me re-anima.
Desde muy pequeña he estado en este proceso de búsqueda de unas raíces de las que nutrirme para mantener, en danza y movimiento, mi alma viva… en proceso de encontrar el vínculo (el sentimiento de “pertenencia”) que me permitiese sentirme arraigada a la tierra, para seguir mi camino en este territorio conocido y a la vez tan desconocido…
Esta búsqueda normalmente fue desde una sensación de escasez, de falta de algo primordial para mí… desde una creencia de que «si no pertenezco no soy nadie»… y desde ahí he llegado a ser muy amablemente demandante de atención, una esperadora pasiva, haciendo cosas para «tener» lo que necesitaba, para ser aceptada y reconocida por mi entorno, sin lograr conseguirlo.
Desde hace años ya puedo sentir que, en realidad, soy un alma mucho más libre de lo que me pensaba, de lo que me creí que era… y que esa “pieza” que yo soy de un puzzle que no sabía cual era, ya lo estoy encontrando…
Ayer me cayó la ficha y la encajé!! jajaja…
Ayer me observé conversando en Belleza con la naturaleza, ni en castellano, ni en catalán, ni en ningún otro idioma humano que no se hablar, hablé en silencio en “Belleza” el lenguaje poético del alma. Y todo fluyó.
3. Emprendo el vuelo 2. Tomo impulso con mi propia fuerza 1. Fluyo cómoda en mi camino
6. Y sigo mi nuevo camino 5. Me asiento en ese nuevo territorio 4. Desciendo en un nuevo lugar
9. Abro las alas y mi corazón y honro mi luz y mi sombra 8. Ahora puedo afrontar (ver de frente) mi sombra 7. Tomo tierra, canto de júbilo y doy gracias a la vida
Y entonces, mi miedo a ser un «patito feo» despistado, desubicado y desprotegido, desapareció. Mi miedo atávico a la oscuridad desapareció. Mi miedo ancestral a la inmensidad, desapareció. Y mi mayor miedo a la “inmensidad en oscuridad”, que es lo peor de lo peor, ni por un segundo lo sentí. El único miedo que en algún momento levemente sentí es a algunas posibles acciones humanas… de ese miedo todavía no me pude desprender del todo, aunque fue muy sutil.
Salí sola, durante la profunda oscuridad de la noche dirigiéndome al mar a través de una larga y absolutamente solitaria carretera… para ver el alba, el amanecer, el nacimiento del día, la salida del sol… para ser testigo de cómo la tierra daba luz a un nuevo día.

Y me quedé hasta el crepúsculo del atardecer… hasta que fui testigo de cómo la Serra del Montsià, la emblemática cordillera cercana a la línea de costa de las Terres de l’Ebre, acogía en sus espaldas la puesta del astro sol, el final de este ciclo de vida que es un día, hasta que definitivamente cayó el velo de la noche… y volvió de nuevo la profunda oscuridad.

Ayer experimenté, con plena conciencia, y conversé en silencio en el idioma «Belleza» con este ciclo completo del nacimiento del día, con todo el jolgorio de la diversidad de la vida durante todo el día y también con el final, con la «muerte» del día… para que después del período de oscuridad y descanso, hoy volviese un nuevo amanecer, un nuevo despertar dentro de una interminable secuencia de preciosos ciclos de nacimiento-muerte-nacimiento-muerte…
Una gran experiencia!
Carme Tena