
Gracias a todas “Ellas”!!! A esas personas (hombres y mujeres) que a lo largo de mi vida han ido mostrándome lo que he estado necesitando aprender. Por eso a “Ellas” las nombro mis “maestras”.
No, no voy a poner nombres ni a referirme a ninguna persona en concreto, porque no se trata de de eso, sino de hablar del impacto de “Ellas” en mi.
Estoy rodeada de “Ellas”!! Si.
Y tengo que decir que a veces me agobia un poco tanta “maestra” alrededor… así que me desconecto, para no verlas ni sentirlas, y descanso por un rato. Aunque esta desconexión, afortunadamente, cada vez me dura menos tiempo…
Hace mucho tiempo que aprendi a hablar en primera persona, para hacerme cargo de lo que me pasaba a mi, y dejar de hablar en teórico o en genérico… o poner el foco en las demás personas.
Incluso cuando me dedicaba a la Formación en empresas (ahora ya no es formación lo que hago, sino conducir espacios de aprendizaje transformacionales, que es muy diferente), siempre les acababa poniendo ejemplos míos, en primera persona, y cuando no los tenía me inquietaba mucho, porque entraba en contacto con que estaba tratando de enseñarles algo que yo no conocía, y esto era intolerable para mi.
Afortunadamente este sufrimiento se acabó hace tiempo cuando dejé de hacer algunas formaciones que me pedían, que no estaban alineadas conmigo o con lo que yo sabía por propia experiencia y tenía grabado en mi propia piel.
¿Porque os cuento esto?
Porque las personas que últimamente están siendo mis “maestras”, me están mostrando cuánto me queda todavía por aprender en el arte de poner límites, de decir no, de cuidarme, protegerme y mantenerme en mi lugar, con dignidad. Y esto quiero hablarlo en primera persona… sin teorizar sobre el asunto o hablar en general, como algo que le pasa a todo el mundo.
En algún momento y por algún motivo, aprendí a “salvar” a la gente, es decir, a ejercer uno de los tres roles del Triángulo Dramático que tan bien describió Stephen Karpman, discípulo de Eric Berne (creador del Análisis Transaccional), el de Salvadora. Cayendo, después, por supuesto, en alguno de los otros dos, el de la Víctima o el de la Perseguidora.
Ostras! Cuánto me estoy acordado ahora de todo lo que aprendí en mi terapia y formación en Análisis Transaccional con una de mis “maestras”. Cómo me sirvió poder ver el mecanismo del Triángulo Dramático, y observarme danzando fatídicamente en esos tres roles… hoy tan vivos de nuevo en mi!!
Este aprendizaje me viene de muuuuy atrás.
He podido ver que de pequeña tenía tres mecanismos bastante habituales, o me desconectaba y no sentía, o me retiraba/aislaba (creyendo que no podía hacer nada… que nada estaba en mis manos, sintiéndome víctima de la situación y esperando que alguien me rescatase), o bien salvaba a otras personas… haciendo cosas que podían hacer ellas, dando lo que no me pedían, entregándome en cuerpo y alma a agradarles y satisfacerles… en una inconsciente soberbia de creerme mejor o con más recursos que ellas, bajo una aparente humildad y generosidad. Hasta que, finalmente, aprendí también a perseguir, como respuesta y solución inaecuada al malestar acumulado por actuar desde los roles anteriores.
Cuánto dolor cuando empecé a ser consciente de esto, sobre todo porque mi oculta e inconsciente pretensión era «ser perfecta»!!
Cuánto dolor vivir en estos roles, base de los juegos psicológicos de los que hablaba Eric Berne!!
Y a la vez, qué sanador poderlo ver para poder hacer algo con esto!!
Yo sé que, en el fondo, en el fondo, detrás de mi entrada en el Triángulo Dramático a través del rol de Salvadora, estaba (y todavía está) mi búsqueda de ser querida, incluida y aceptada, buscando pertenecer, tener amistades, crear vínculos, (man)tener una pareja o un equipo con quien colaborar y co-crear juntos,… sin embargo, al mismo tiempo, estaba (y estoy todavía, cuando entro en él) alimentando cada vez un mayor desequilibrio entre el dar y el recibir, que acababa manifestándose en un gran malestar, en quejas, enfados, protestas, desilusiones, tristezas, y un largo etcétera de sentires, que finalmente al escucharlos y aprovecharlos, me han permitido (y todavía me permiten) decir lo que quiero decir, aclarar lo que quiero aclarar, decir no a lo que no quiero de ninguna manera, pedir con claridad lo que necesito, etc.
Y es ahí donde están “Ellas”, mis “maestras”, encarnadas en aquellas personas que jugaron conmigo (y todavía juegan) en este doloroso Triángulo Dramático. Y es allí donde están mis grandes aprendizajes. Muchas gracias de nuevo a todas “Ellas”!!!!
Hoy estoy discerniendo lo que siento y por qué lo siento, es decir, de dónde me viene este sentir… para no atribuirlo a lo que no es (que es una estrategia muy mía, y creo que muy humana!). Hoy ésta está siendo la mejor respuesta para no caer de nuevo en el Triángulo Dramático.
Y, entonces, si esta es la respuesta ¿cuál ha sido la pregunta?… La pregunta previa que me hago, y la que más me sirve es: “Ya, si, vale! Pero… en el fondo, en el fondo… ¿qué estás sintiendo? ¿de dónde te viene esta tristeza, o este enfado, etc.? Ok. ¿Y de dónde más?”. Y así al menos tres veces, hasta llegar al meollo de la cuestión.
Hoy es tristeza la emoción que me tiene poseída…
(Ya averigüé de dónde me viene, después de ir muy “hacia dentro”)… Y me pasa que cuando estoy triste es cuando más ganas tengo de escribir o más cosas tengo que decir, que salen de lo profundo de mi ser. Para ser escuchadas. Para ser compartidas. Para continuar aprendiendo.
Escribir es, entonces, una forma de escucharme. De ordenarme. De comprenderme. De abrazarme. Aunque luego dude en compartirlo para que pueda ser aprendizaje para otras personas… Ya veremos qué hago…
Hoy, además, estoy bajo la influencia del cuarto menguante (la luna que invita a visitar el arquetipo de la chamana en las mujeres), y esta memoria de lo que he aprendido, de las personas que han sido mis “maestras” a lo largo de mi vida y las que todavía lo están siendo ahora, está despertando con mucha naturalidad!!
En este caso aparecen como “maestras” tanto personas que han estado en los roles complementarios al mío en el Triángulo Dramático, permitiendo que emergiese en mí el malestar que necesitaba sentir para avanzar en mi proceso personal… como personas que supieron mantenerse fuera de los manipuladores juegos psicológicos o de poder en los que entramos cuando estamos habitando el Triángulo Dramático, para que con “Ellas” pudiese aprender lo que es estar en el estado del yo Adulto, y desde una posición existencial ganar / ganar, o “yo estoy bien” / “tu estás bien”. (Si te interesa este tema, explora sobre el Análisis Transaccional en la red).
En este despertar de memorias antiguas, también está volviendo una vieja conversación que me dice: “No has aprendido nada, Carme!”…
Ostras!! Aunque sé que esto no es verdad, la dura Perseguidora interna que llevo dentro, que actúa conmigo misma, continua estando en mí y se aviva de vez en cuando. Cada vez que me salgo de mi centro…
Parece que para continuar despertando necesito volver a ver este tema de nuevo una y otra vez, desde otros lugares… y entonces, mi Perseguidora interna, es también mi “maestra”.
Después de haber visto todo esto, hoy me siento agradecida por todo el trabajo que estoy haciendo con las emociones y con mujeres, porque me permite volver una y otra vez al centro de mi ser, a conservar mi dignidad y todo el valor que hay en mi para, desde allí, transformar el Triángulo Dramático en un Triángulo Creativo o Generador.
¿Y qué roles vivo dentro de este nuevo Triángulo Creativo?
Soy asertiva -sin necesidad de tener que perseguir a nadie, ni siquiera a mi misma-, puedo ayudar o acompañar a otras personas con empatía, desde mi centro -en lugar de seguir actuando como Salvadora de “pobres almas perdidas o necesitadas”- y, en lugar de caer en el rol de Víctima, me siento y me dejo caer en mi vulnerabilidad con toda la responsabilidad que eso conlleva, como he hecho hoy… Equilibrando, de esta manera, el dar y el recibir en las relaciones que establezco.
En esto estoy, recordando y vitalizando mi Shakti o la líder que hay en mi (desde la mirada del programa de Liderazgo Femenino que dirijo). Recuperando mi esencia, mi perfección original, mi cara eterna… porque cíclica, inconsciente y recurrentemente me alejo de ella para continuar aprendiendo…
Tomar mi valor y ocupar mi lugar, está siendo el movimiento más saludable para ayudarme a mí misma a salir del malestar existencial y, desde allí, ayudar también a otras personas, confrontándolas amorosamente con lo que tienen que aprender o con sus problemas a resolver… A la vez que con eso cubro mi necesidad básica de guiar a las personas a que desplieguen su máximo potencial.
Buff! Cuántas cosas!!!!
Sólo un poco más…
Como decía, observo que a medida que voy subiendo el espiral de la evolución de mi conciencia y de mi desarrollo personal, voy cíclica y recurrentemente encontrándome con lo mismo, gracias a nuevas o antiguas “maestras” (os recuerdo que cuando hablo de “maestras” me refiero a personas que pueden ser tanto hombres como mujeres…), que me ponen delante la oportunidad de ver cuánto he aprendido desde que empecé mi camino de transformación y cuánto me queda todavía por recorrer, para alcanzar niveles más altos de bienestar, conmigo misma la primera.
Entonces… si todavía estoy aprendiendo,
¿Por qué acompaño a mujeres en su desarrollo desde el coaching corporal?
¿Por qué facilito espacios de aprendizaje emocional?
Pues porque “cuanto mas enseño, más y mejor aprendo”, como me decía una de mis “maestras”, la que me inició en el arte de acompañar desde el coaching transformacional. Y porque si todo lo que he aprendido no lo enseño, no lo comparto… ¿para que me sirve?
Hoy, sintiendo bastante tristeza, estoy pudiendo ver todo esto con una claridad que ha requerido de situaciones muy contundentes estos últimos días para que lo viese… (Gracias “maestras”!!!), y estoy pudiendo distinguir mi tendencia a caer en la Víctima, después de haber estado un tiempo de Salvadora o Perseguidora.
Ahora, recuperando el centro de mi “mandala” (las alumnas de la última edición de LF ya sabrán de qué estoy hablando), dándome el valor que tengo y haciendo uso del legítimo poder que vive en mi, puedo salir de la Víctima y entrar en mi vulnerabilidad, tomando mi responsabilidad en lo que está ocurriendo.
Decidiendo qué límites poner, para tener el coraje de declararlos con asertividad a quien corresponda, poniéndome primero a mi en el centro, y cuidando a las demás personas con empatía, sin hacerme cargo de lo que no es mi responsabilidad.
Ahí estoy!
¿Hay alguien más que esté en esto como yo, o soy la única?
Muchas Gracias!
Carme
Lo has clavado amiga mia. Yo también estoy en eso. Así que ya ves … no eres la única. Podemos seguir acompañándonos en este viaje transformacional …
Siempre alineadas, Maria Jesús!! Un gusto sentir que no viajo sola… que estamos aprendiendo juntas 🙂
[…] Y, por otro lado, con la Figura del Triángulo, con el recuerdo de las dinámicas relacionales dramáticas del triángulo de Stephen Karpman, […]
[…] ya no necesito la aprobación de los demás, y eso me hace muy libre… libre de entrar en el “Triángulo Dramático” que tanto sufrimiento me ha traído a lo largo de la vida. O libre de no entrar… o libre de […]